⭐ Querida lectora, hoy vengo a hablarte de mecanismos de defensa.
Quizá por los círculos en los que me muevo, llenos de artistas, de escritores, gente que (y no me da demasiado miedo generalizar aquí) solemos ser introspectivos y mirar hacia dentro más de lo habitual, me encuentro con un fenómeno muy habitual entre mis amigos.
Estoy seguro de que no solo afecta a gente creativa, pero, por algún motivo, quizá aprendido en una infancia en la que no ser el niño más popular se castigaba con soledad, parece que todos recurrimos al mismo mecanismo de defensa: el aislamiento.
Y no hablo del que nos imponen otros, hablo del que viene de nosotros mismos, el aislamiento autoimpuesto cuando no estamos en nuestro mejor momento. Ese refugio al que acudimos cuando sentimos que molestamos, cuando la vida nos da un golpe y nos sobrepasa, cuando no sabemos muy bien cómo reaccionar ante las adversidades y solo podemos esperar que pasen de largo.
He estado ahí. Sé cómo es. Al principio parece divertido. Te saltas unos pocos planes, dejas de responder unos cuantos mensajes, y aprovechas tu tiempo para ver esa serie que tenías pendiente, para jugar un par de juegos que te compraste en una oferta o para leer ese libro que lleva dando vueltas por tu mesilla de noche varios meses. Incluso puede que pienses que estás aprovechando mucho mejor tu tiempo, que esto era lo que necesitabas.
Con suerte, será un fenómeno pasajero y volverás a tu vida normal en tan solo unos días, un par de semanas, a más tardar, y nadie se habrá dado cuenta de lo que has hecho. Pero, según mi experiencia, es posible que salir de esas “vacaciones de gente” no sea tan fácil como parecía al principio. Puede que una vocecilla en la cabeza te diga que nadie te ha necesitado durante esos días, que nadie te ha echado de menos. Poco a poco, esa vocecilla, que comienza como un susurro, transforma sus palabras y de “innecesario”, pasas a ser “molesto”, “una carga”, “indigno de la compañía de aquellos que te quieren”. Y así, la neutralidad se convierte en negatividad, el refugio se convierte en prisión y la defensa, en autodestrucción.
Me ha llevado bastante trabajo, pero hace ya tiempo que cambié mi forma de reaccionar. Hubo una época en la que estar lejos de todo era lo que me mantenía con vida y a la vez lo que me estaba consumiendo. Hubo una época en la que podía estar presente, asistir a todas las quedadas que hiciese falta, y aun así, seguir en aquel falso refugio, lejos, en mi mente.
¿Que cómo salí? Pues con ayuda. Una noche, en un bar, rodeado de olor a cerveza de importación y palomita rancia, una amiga me dijo que no me conocía. Que siempre estaba, pero nunca “estaba”. Huí de allí, porque en aquel momento esa revelación se me hizo improcesable. Ahora, años después, lo veo como lo que fue en realidad: una alerta que me salvó la vida.
Lectora, es posible que te encuentres, ahora o en el futuro, en uno de estos momentos en los que lo que más te apetece es no hablar con nadie. O a lo mejor sospechas que alguien cercano está metiéndose poco a poco en su cárcel particular. Pues, aunque yo no pueda advertírtelo en la barra de un bar, sirva esta carta para recordarte que importas, que las voces no tienen razón, que alguien te echa de menos.
Por cierto, por si tenías alguna duda, ahora mi mecanismo de defensa es hablar. Mucho. Todo el rato, sin filtros. No sé si lo recomiendo, todavía estoy probándolo, pero es infinitamente mejor que el silencio.
Y ahora, vamos con las otras estrellas.
⭐ El año pasado me puse como fecha límite algún mes veraniego para acabar una novela que llevaba mucho tiempo rondándome por la cabeza. No recuerdo si fue junio, julio o agosto, pero lo que sí recuerdo es que aquello no sucedió. Tampoco en septiembre, ese mes tan dado a inicios. Ni siquiera la tarminé durante 2022. No fue hasta los primeros días de este año que le puse punto y final.
Luego llegaron las correcciones, las numerosas vueltas al manuscrito inicial, pero eso no es lo que importa. Ahora mismo llevo días buscando una buena cita con la que abrir la novela, antes de mandarla a editoriales, y he dado con esta de Audre Lorde:
“My silences had not protected me. Your silence will not protect you”.
Audre Lorde, “The Transformation of Silence into Language and Action”, 1977.
Resulta que no es una frase con la que pueda abrir esa novela. Se acerca, pero termina de encajar. Curiosamente, encaja perfectamente en esta newsletter.
⭐ Mi otra estrella de hoy es este proyecto de Santi Villa, Piedres nel Camin. En sus cuentas de twitter e instagram, comparte las pequeñas obras de arte que pinta en piedras y deja en el camino, para aquel que las encuentre. Además de mensajes antifascistas, en defensa de los derechos LGTBQ+, podréis encontrar lecciones de vocabulario asturiano.
En un par de semanas me tendréis por el festival Celsius 232, de literatura de género, en la misma Asturias, así que ya estoy tomando buena nota de todos lo que comparte.
Ah, por cierto, mi piedra favorita siempre será esta.
Eso es todo, lectora. Recuerda, ten cuidado con tus refugios, nunca sabes cuándo van a atraparte.
Maravillosa reflexión, Manu. Los espacios mentales son maravillosos hasta que se convierten en tu propia cárcel. Been there, done that. Me alegra que ahora escuchemos todo lo que tengas que decir 💚