⭐ Querida lectora, hoy vengo a hablarte de no ayudar a alguien que lo necesita.
Me temo que esa es otra de esas entradas en las que vamos a tener que empezar hablando de una artista con la que, en principio, ni tú ni yo tenemos nada que ver. La elegida en esta ocasión es Annie Clark, cantautora y multiinstrumentalista famosa por sus rizos, sus riffs de guitarra y otras cosas que empiezan por erre (como su relación con la modelo Cara Delevingne).
A lo largo de su carrera ha formado parte de la banda de artistas como Sufjan Stevens, producido canciones con Taylor Swift (hola, swifties, es Cruel Summer, ya no tenéis que buscar esa información) o grabado discos junto a David Byrne, de Talking Heads. Puede que la conozcáis como St. Vincent, nombre que usa en solitario.
Entre sus diversos proyectos, que van desde el pop más indie de su primer largo, hasta el glam rock de Masseduction, encontró hueco para colarnos una trilogía de canciones dedicada su amigo Johnny: Marry Me, Prince Johnny y Happy Birthday, Johnny.
En Marry Me (2004), Annie describe a Johnny como una roca con corazón, alguien a quien agarrarse en medio de una industria, una ciudad, un mundo llenos de trepas. Con el contexto del resto de la historia, veo esta canción como el comienzo de una amistad, como dos personas que se encuentran y encuentran la forma de salvarse la una a la otra. También como la afirmación por parte de Annie de que Johnny es mejor que ella, esa pequeña y disfrutable obsesión que caracteriza al comienzo de todas las relaciones. Annie le pide que se casen, pero en realidad quiere decir “no estoy a tu altura, pero si me dejas lo estaré, me agarraré a ti hasta que lo esté, te consumiré hasta merecerte”.
“And will you guess when I come around next?
I hope your open sign is blinking still”Marry me, St. Vincent.
Vamos a saltarnos los juicios de valor sobre cómo ve Annie las amistades. Aquí nadie es perfecto, está en la descripción de la newsletter, y vamos a avanzar.
En Prince Johnny (2014), la relación entre ambos cambia: Johnny ya no es ese faro que delimita la costa en mitad de la noche porque Johnny está inmerso en su propia tormenta. Ambos, Johnny y Annie, navegan sus vidas sin poder ayudarse, él busca la aceptación en las drogas y en gente que no le conviene. Ella contempla el accidente sabiendo que se ahogará si intenta ayudarle.
“Prince Johnny, you're kind, but do be careful
By now I know just when to stand clear”Prince Johnny, St. Vincent
Happy Birthday, Johnny (2017) es el final de esta historia. En ella, un Johnny desesperado, sin techo bajo el que dormir, acude a la puerta de la cantante, pidiendo dinero con el que comprar comida (o con el que pillar algo para pasar el mono). Annie adivina sus intenciones y no responde inmediatamente, y él, ahora lejos de la roca que era, convertido en una versión herida de sí mismo, se lo reprocha entre gritos.
“Of course, I blame me
When you get free, Johnny
I hope you find peace”Happy Birthday, Johnny; St. Vincent.
Puede, lectora, que creas estar leyendo el lado equivocado de la historia, que opines que Annie ha usado a su amigo y que, cuando él lo ha necesitado, ella le ha negado la ayuda. Que ella es la villana en esta narrativa. Y, cuando conocí estas canciones, puede que te hubiese dado la razón.
Pero ahora, con el paso del tiempo, he aprendido a dudar de lo primero que pienso cuando leo una historia.
Y aquí me encuentro últimamente. Dudo mucho, dudo de todo, dudo de la versión de la historia, venga de quien venga. Y digo que no. Aunque ese no signifique hacer daño a alguien, aunque ese no signifique dejar de ser una roca, aunque signifique convertirse en el villano de un par de relatos.
Es difícil, es algo que llevo practicando un tiempo, más inconsciente que conscientemente, y es doloroso, pero a la vez creo que es completamente necesario. Leo estos noes que me salen como un mecanismo de defensa, una barrera impuesta por alguien que no había incorporado esa palabra a su vocabulario.
Es contradictorio, incluso. ¿Cómo se puede querer a alguien y a la vez cerrarle la puerta? ¿Cómo puedes defender la importancia de las redes de cuidado y levantar barreras cuando alguien grita tu nombre? ¿Cómo pudo Annie dejar tirado a Johnny, en el peor momento de su vida?
Pero ahora, con la sombra de la duda envolviendo a la narradora de esta trilogía, creo que me acerco más a la verdad: no es que Annie no quisiese ayudar a Johnny, es que no podía. No sé por qué, no tengo ni idea, lectora, pero hoy estoy seguro de que Annie cerró aquella puerta porque no tenía nada más que dar, porque intentar salvar a su amigo habría significado perderse a sí misma.
St. Vincent escribió Marry Me con 25 años y Prince Johnny, el comienzo del declive, con 32, la edad que tengo yo ahora mismo. A lo mejor los 30 vienen con algunos finales, con unas cuantas barreras y con un buen número de negativas. A lo mejor vienen con la certeza de que no podemos ofrecer algo que no tenemos, aunque eso suponga decepcionar a mucha gente. A lo mejor vienen con la tranquilidad de que ser el villano en una canción, no nos convierte en tal cosa.
Hoy te he lanzado muchas reflexiones al aire, lectora, espero que hayas agarrado alguna al vuelo y hayamos encontrado un punto en común. Espero, como siempre, haber encontrado ese delicado equilibrio entre la claridad y la imprecisión, protector y vulnerable a la vez.
Y ahora, vamos con las otras estrellas.
⭐ Sabes que me gusta mucho compartir artistas y el otro día, por casualidad (por esa red social transformada de pájaro a letra), di con Michele Poirier Mozzone. En sus trabajos mezcla los colores vibrantes y los juegos de luces con las perspectivas subacuáticas para darnos imágenes alteradas de la figura humana. Y de esa alteración, de esa deformidad mojada, emerge la visión paralela de un familiar, un amigo, un amante, que no por paralela deja de ser real.
¿A quién no le gusta cuestionarse todo lo que tiene delante de los ojos? ¿Pensar que el prisma cambia la imagen pero no la realidad? Un sentimiento perfecto para el verano.
⭐ Otras cosas que me gustan mucho son la repetición y las narrativas circulares. Me gusta ver las tendencias de las personas y como los mismos objetos nos inspiran una y otra vez. Por eso te voy a contar, brevemente, que esta carta de hoy no es la primera vez que escribo inspirado por St. Vincent.
Cuando volví a la escritura (a compartirla, más bien), me abrí un blog. En él había historias que publicaba sin revisar y consejos que nadie me había pedido, mucha inocencia y mucha improvisación. Y entre todo aquello, escribí Nueva York no es lo mismo sin ti, inspirada por la canción New York.
Me permito traértela, con sus erratas y todo (perdón, perdón) porque seis años después, a pesar del paso del tiempo, sigo escribiendo a mis amantes en segunda persona cartas que me guardo para siempre, sigo usándolos para darle sentido a eventos que no siempre lo tienen, sigo inventándome vidas con St. Vicent de fondo.
“En aquel mes solo me las arreglé para pensar en ti. En lo mal que habrías tocado el saxofón o el piano, o en lo mal que te quedarían aquellas gafas de Randy y en cómo, a pesar de todo, habrías sido mil veces mejor Randy que él”.
Nueva York no es lo mismo sin ti.
"La tranquilidad de que ser el villano en una canción, no nos convierte en tal cosa" es una frase que me llevo y fijo no olvido, y no sabía nada de esta trilogía de canciones. Una gran reflexión, otra vez, gracias 💛