⭐ Querida lectora, hoy vengo a hablarte de ti, de mí, del yo.
¿Sabes esa cosa que hace la vida de tener grandes periodos de estabilidad seguidos de giros de guion que ni en tus mejores sueños o peores pesadillas? No sé si simplemente es algo que caracteriza a la adultez o es cosa de este culo inquieto que la genética me ha dado (es lo primero, creo que es lo primero), pero de un tiempo para acá, y gracias a esos giros de guion, siento que ha entrado en mi vida una cantidad de gente nueva abrumadora.
Y eso ni es bueno ni es malo, lectora. Simplemente es. Pero emerge emerge algo curioso de ello y es que, frente a todas estas personas, te encuentras en blanco. Ellas no tienen contexto y nosotras no venimos con prólogo ni manual de instrucciones. Frente a ellas eres tú, lo que dices, cómo actúas. Y de ahí surgirá la imagen que se creen de ti.
¿Algún problema hasta ahí? No, en principio ninguno. Pero puede que te encuentres con que la imagen que proyectas ahora es muy distinta de la que has tenido siempre de ti misma.
Pues estoy en esa época, lectora. Llevo en ella mucho tiempo ya. Tanto que las definiciones que tenía de mí mismo han sido, como mínimo, cuestionadas, dinamitadas en los casos más extremos.
Y ahora, supongo, que vamos con los ejemplos. Tengo 32 años, pero llevo en este cuerpecillo desde que nací (lo sé, increíble noticia, espero que estuvieses sentada). Lo que quiero decir, que no estoy yo en mi día más elocuente, es que la definición que tengo de mí mismo es la que me dieron de pequeño. Era tímido, sensible, puede que un poco raro, puede que demasiado. Parlanchín, si me sentía cómodo. Pero nunca fui guapo o atractivo, nunca creí que la rareza pudiese inspirar curiosidad, o que la timidez fuese una consecuencia y no un rasgo innato y permanente.
Y ahora, alejado de aquel niño introvertido que había aprendido que la gente no se tomaba bien ciertos aspectos de su personalidad (o de su persona), me encuentro siendo un adulto que no necesita tener miedo de quién es, que sabe defenderse si el entorno es hostil, que puede elegir con quién se relaciona, sin limitarse a los compañeros del colegio de su barrio.
Y ahí entramos en la incongruencia, lectora: si has cambiado tu forma de ver el mundo, de relacionarte con él, si la niña que fuiste no está ni se le espera, ¿cómo puedes seguir midiéndote por lo que decían de ti en aquel entonces?
En estos días, gracias a que soy una persona que procesa las emociones hablando de ellas mucho, muchísimo (si la palabra egocéntrico os encaja aquí, es por pura casualidad), me he encontrado con ideas que dejarían a aquel niño confuso durante días.
Me han dicho que proyecto seguridad (esto lo cambiaría por un mucho más sincero “que puedo proyectar seguridad”), que puedo resultar magnético, que tengo más main character energy de la que me creo. Estoy seguro de que hay un contrapunto negativo a estas perlas. Probablemente no sea tan listo ni tan sensible como me decían de chico; puede que ni siquiera sea del todo simpático.
“Main character energy” refers to someone who lives as though they’re the main character of a film or a novel, usually in a way that is apparent to others. The term encapsulates a lifestyle that focuses on romanticizing your life and finding joy and contentment in the little things […]. Though the term may be a recent development, the phenomenon is nothing new. In psychology circles, this timeless phenomenon is also known as “self-mythologization”.
Lydia Stevens, wikiHow (esta web siempre está lista para dar las respuestas a esas preguntas que te avergüenzas de hacer).
El caso es que soy. Así, igual que la gente que entra en tu vida de repente. Soy. Son. Con sus definiciones que inconscientemente alteras, con sus palabras que poco a poco alteran la tuya. Con nuestros contextos, con nuestros filtros, con nuestros gustos y afinidades.
No sé si debería sacar una lección de todo esto, nadie va a hacerme un examen, al fin y al cabo. Pero creo que si tuviese que hacerlo, si alguien me apuntase con una pistola a la cabeza y me dijese “¡reflexiona, reflexiona para mí!”, le diría que lo que me produce esto es una sensación de paz enorme. Paz en la capacidad de cambiar, paz en que puedo estar hecho, pero nunca terminado, paz en la plasticidad innata del ser humano y paz en la imposibilidad de definirnos con solo unas cuantas palabras.
Paz, tan simple y tan complicado como eso.
Y ahora, vamos con las otras estrellas.
⭐ Titsay dibuja monerías en el sentido más puro de la palabra: gatitos que se quieren, abejas felices y fantasmas tristones. Y entre todos esos dibujos tan feel-good, se encuentran ensoñaciones como la de esta chica, dormida en un campo sobrevolado por peces albinos. O este torso, que te recuerda que el cambio va contigo.
⭐ A Hendelie la conocí gracias a aquella antología de fanfics-no-fanfics que organizamos unas amigas y yo hace un tiempo (gratuita, por cierto). Ya era una estrella entonces, igual que lo es ahora. Esta última semana pillé su colección de relatos de terror BL “Sangre, musgo, sombras”, o el Sangremusgo, como ella lo llama.
No sabía muy bien qué en qué me estaba metiendo, pero me he encontrado empezando a leer una historia según acababa la anterior, pausando el resto de lecturas. Yo tengo una cabecita muy dispersa y ese efecto no es fácil de lograr, así que si os gustan los cuentos de vampiros, el BL y las relaciones un poco cuestionables, el Sangremusgo puede encajaros a la perfección.
Eso es todo, lectora. Y tú, ¿cómo creías que eras?
Como siempre, súper identificado con lo que cuentas. A mí me suele pasar que me dicen que la imagen que proyecto (más positiva, mejor) es diferente a la que yo tengo de mí mismo (Satán encarnado).
Chica, esto de reflexionar sobre uno mismo a las 08:47 de la mañana resulta curioso.