⭐ Querida lectora, esta viene con secretos.
Voy a ser directo, esta newsletter tenía que haber salido hace dos semanas. Si me has notado ausente es porque este boletín es quincenal, así que no me has leído en un mes. Que dicho así parece mucho tiempo, pero teniendo en cuenta la gran oferta de libros y escritores que comparten sus ideas usando este medio, pues no me parece para tanto.
Así es lectora, dije que iba a escribir este boletín cada dos semanas durante al menos un año y me he saltado mi propia norma. Si esto no te resulta para nada familiar, aunque lleves aquí desde el principio, no te preocupes, era una meta que me había puesto que nunca había compartido en público (secreto número 1).
¿Y cómo me ha sentado saltármela? Pues estupendamente. Esta, precisamente, no era una de esas reglas con la que me hubiese exigido total rigidez. Redacto esta newsletter porque quiero, porque a veces es un diálogo más que un monólogo y porque es una forma de pensar mucho más pausada que el journaling más tradicional.
Pero no es esta la única norma que me he saltado últimamente. Estas semanas me he enfrentado a ciertos aspectos de mi personalidad, a valores que tenía como fijos e inamovibles. Ha sido como si ellos pasasen por un examen que han suspendido de forma catastrófica, pero yo lo he encontrado bastante divertido.
Pongamos un ejemplo, para que resulte un poco más sencillo de entender. Llevo más de 7 años siendo vegetariano. Empecé siendo bastante restrictivo, pero con la consciencia de que nunca renunciaría del todo a los productos de origen animal. Aunque cocine vegano de forma habitual, aunque me siga dando bastante asco darle un bocado a un filete, me he permitido volver a probarlos si es lo que me apetecía en ese momento.
El hecho de probar ese bocado no cambia ni lo que soy ni cómo me defino. Pero, ¿y si eso hubiese pasado? ¿Y si ese trozo de carne me hubiese desvelado que siete años habían sido suficientes, que necesitaba dejar de lado una norma que, por muy acertada que fuese en su momento, ya no me servía? Pues, tal y como estoy ahora, creo que la habría descartado y habría seguido con mi vida. Quien hubiese entendido, sin juzgarme, que en esta realidad paralela había dejado de ser vegetariano, habría sido bienvenido. Y quien me hubiese echado en cara que estaba cambiando de opinión, negándome la capacidad de reevaluarme, francamente, habría recibido una amable invitación a desaparecer de mi vista.
Pero, Manu, ¿todo este revuelo por un trozo de carne? No, ya he dicho que era un ejemplo hipotético, pero es un ejemplo que me sirve. Tengo muchas normas estúpidas por las que me rijo como si no fuese yo mismo el único responsable de su cumplimiento. Cuando era pequeño, me pasé meses sin pisar el borde de una baldosa. Más tarde, todo un verano comprobando obsesivamente los rincones del baño de mi casa antes de sentarme porque no quería ser atacado por una cucaracha (aclaración: las cucarachas no atacan). Y creo que desde los 12 hasta los 14 fui incapaz de ponerme un pantalón vaquero por vaya usted a saber qué (secretos números 2, 3 y 4).
Y como esas, otras tantas (secretos que van a seguir siendo secretos). Algunas menos estúpidas, obviamente, pero que he dejado o estoy dejando si lo veo necesario. Si de repente se encuentran con ese examen, las miro y les pregunto si siguen sirviéndome para algo, y luego decido si aprueban o suspenden.
Estoy deseando saber cuál será la próxima norma que me salte.
Y ahora, las otras estrellas.
⭐ Hace no mucho vi La peor persona del mundo (Joachim Trier, 2021). Si te gustan las historias con protagonistas que retan tus normas, además de las suyas, esta puede ser para ti. Es una de esas historias en las que quieres pillar a la protagonista por los hombros y gritarle “¿POR QUÉ NO HACES ESTA OTRA COSA, SI TE DARÍA MUCHOS MENOS PROBLEMAS?”. ¿Por qué te recomendaría una película así? Pues porque he descubierto que las narraciones de este tipo se quedan conmigo mucho más tiempo que las que simplemente me dejan satisfecho. En ese sentido, me ha recordado a Un amor, de Sara Mesa, un libro que me frustró a muchos niveles, pero en el que llevo pensando meses.
⭐ Mi otra estrella de hoy es Marina Speer, también conocida como Nightmerss. Llevo siguiendo a Marina desde hace años, su primer sketchbook fue uno de los pocos libros con los que conté físicamente durante aquellos meses de encierro en 2020 (recuerdo hacerle una foto junto a otros volúmenes pensando que tendría suficiente, que eso sería cosa de dos semanas). Esta joven artista alemana consigue obsesionarme con sus trazos sueltos y sus paletas de colores, capaces de dar una nueva pátina de fantasía a personajes que ya pertenecen a nuestra nostalgia, como Aang o Shin-chan.
Por supuesto, siendo yo como soy, los trabajos de Marina que más me llaman su atención son los dibujos de sus sketchbooks (justo acaba de sacar uno, aprovechad) o los paisajes de su isla. Todo tiene ese aire de improvisado, pero nunca dejado al azar, que tan fácilmente me conquista.
Eso es todo por hoy, lectora. Recuerda que puedes responder a esta carta si te ha llegado en forma de mail o en la sección de comentarios. Me encantaría saber por qué normas os regís y, sobre todo, cuáles habéis abandonado.
Yo también hacía lo de las baldosas JEJE
Tengo demasiadas normas invisibles de esas que vas descubriendo que lo son con el paso del tiempo, pero también soy una persona impulsiva a veces. Una cosa que me pasa es que no puedo disfrutar de una peli si acabo de cenar (yo y también otras personas xd) y los platos se quedan sobre la mesa.