⭐ Querida lectora, hoy vengo a hablarte de raíces (otra vez), del contexto y de los recuerdos.
Me gusta mucho recordar las circunstancias de cada texto que escribo. Recuerdo aquel relato de ciencia ficción en el que hablaba de algo llamado vencejos de tercera generación y de asomarse a una ventana y respirar. Aquella ventana era el balcón de mi segunda planta en Sevilla y los vencejos no eran más que un reflejo futurista de las mismas aves que pasaban por mi calle en aquel entonces. Volaban, veloces, atrapando un sinfín de insectos, despertando mi imaginación. Recuerdo esa época con la cabeza a rebosar de ideas y el salón, marrón y decadente, libre de mosquitos.
Esta carta, sea lo que sea, la escribo con prisa. Un viernes por la mañana, horas antes de que mi madre venga a visitarme a Madrid. La escribo con otra visita delante, la de Laura, que ha estado esta semana habitando el sofá color teja (un minuto de silencio por su colchón hinchable pinchado). La escribo en la semana más agobiante a nivel laboral en lo que llevo de año (y probablemente la mejor de las que restan). Ese es mi contexto ahora.
Y aun así, aunque ayer me dolía tanto la cabeza que tuve que retrasarlo todo, está saliendo adelante. Entre tanta prisa, trato de buscar los pequeños remansos de paz. Me digo que las visitas son una suerte (lo son), aunque signifiquen dormir menos. Que los pasos que daré este fin de semana harán feliz a mi madre, que hace décadas que no visita la ciudad en la que nació. Que salir del trabajo y no llegar hasta casa hasta el día siguiente no me va a estresar*, solo me va a recordar lo que me gusta estar en la calle, no parar.
Otra de las cosas que me ha anclado a la realidad, y de la yo venía a hablar, ha sido mandar audios. Lectora, por suerte o por desgracia, muchas de mis amigas viven lejos. Lejos aquí ya no implica en el municipio de al lado, ni siquiera en la provincia. Lejos quiere decir que no nos veremos en meses, que puede que la mejor oportunidad que tengamos para coincidir físicamente sea una única ocasión en verano.
Esta distancia en la que tenemos que mantener relaciones que nos son importantes es cada vez más habitual, sobre todo en una generación atravesada por la inestabilidad laboral, por el cambio constante. Nuestra movilidad es tan sencilla, tan habitual, que casi la percibimos como una norma, estricta, inamovible (ironía mediante). Como si no nos doliese cambiar un café con una amiga por mandar una nota de voz apresurada mientras recorres el camino que separa la boca del metro de la oficina*.
El otro día, mientras hacía el camino inverso, fantaseé con la existencia de una ciudad pequeña en la que tuviese a toda la gente a la que echo de menos cerca. Imaginé que el bar rancio por el que paso todos los días hacia mi casa se parecía más a una cafetería cuqui en la que siempre hubiese alguien conocido. Menos máquinas tragaperras y más juegos de mesa. Menos suelo pegajoso y más sofás cómodos. Menos Manolo gritándole al fútbol, más Patricia tejiendo en un rincón, más Carmen dibujando con un café enorme a su lado.
Hablo mucho aquí del cambio y las raíces, y esta semana me repito porque he notado el suelo bajo los pies muy lejos, más de lo que me gustaría, las raíces casi sin tierra. Por suerte, los nuevos recuerdos cambian poco a poco el contexto. El sofá color teja de segunda mano ahora también es el sofá en el que Laura durmió un tiempo, desde el que envié 20 minutos de audio sobre esto mismo estoy que te estoy contando; de sus cuatro patas crecen raíces nuevas.
Lo mismo me ocurre con esa boca del metro desde la que mando audios antes de entrar a trabajar. Con esa calle de Lavapiés que no significaba casi nada y a la que ahora puedo añadir una nueva capa, porque aquella tarde, aquella en la que estaba tan cansado, decidí no quedarme en casa.
Este es mi recordatorio desordenado de que todo saldrá bien, lectora. De que nunca estás sola del todo, aunque te sientas lejos de aquello a lo que estás acostumbrada. De que las costumbres se crean y se destruyen. De que estar cansada puede ser bueno y de que hay quedadas que valen más que una buena siesta.
Y ahora, las otras estrellas
Yo creo que a estas alturas no puede quedar nadie al que le guste escuchar música en YouTube, especialmente música en directo, que no haya caído en un vídeo de COLORS, pero, por si acaso hoy me apetecía hablar de mis actuaciones favoritas y de lo que he estado escuchando estas semanas.
Con su estética sencilla, caracterizada por dejar al artista en el centro de un escenario vacío de un único color, COLORSxSTUDIOS se ha hecho un hueco entre esos directos que, de vez en cuando, “hay que ver”, una tarea nada fácil entre nombres como los Tiny Desk Concert de NPR, la BBC Radio 1 o los acústicos de KEXP.
Entre mis actuaciones favoritas de COLORS están las de Lianna la Havas, Nathy Peluso, YEИDRY, Christine and the Queens, Ibeyi o Lido Pimienta.
Pero las que me tienen verdaderamente obsesionado, para poca sorpresa de quien me conozca un poco, son estas de María José Llergo e Israel Fernández.
⭐ Tu piel
A María José la conocí en un momento muy definitorio de mi vida y se ha quedado conmigo desde entonces. Hace unos meses tuve la suerte de asistir a una pre-escucha de su single Rueda, Rueda gracias a Sony Music (fue un sorteo, tranquila, no tengo tantas conexiones) y es que, encima, es maja como ella sola.
Esta actuación es el Encore que acompaña a La luz. Pese a lo luminoso del single principal y la demostración de moda que lo acompaña (esas ruedas y esos puñales colgados del vestido), yo me quedo con esta sentida actuación, más desnuda, más directa al corazón.
⭐ Fiesta (Bulería)
Israel Fernández es un cantaor toledano de origen gitano y familia andaluza que, poco a poco, con más de quince años de recorrido musical, ha logrado colar al flamenco en lugares normalmente reservados para música más comercial. Lo sencillo de esta actuación, con las palmas y una mesa como únicos instrumentos, me parece el broche perfecto para cerrar esta carta, tan arraigada como flotante.
Eso es todo, lectora, dentro de poco añadiré estas recomendaciones a la playlist de Tres Estrellas (sí, claro que hay una, ¿acaso lo dudabas?) y te la mandaré. Y recuerda, manda audios, transforma tu contexto 💚