⭐ Querida lectora, ¿dónde guardas tú los pensamientos que no quieres olvidar? Sé que mucha gente usa la app de notas del teléfono. Sé que incluso esa (¿o es esas?) app puede coordinarse con el ordenador. Parece práctico. Y, aun así, prefiero los chats conmigo mismo. Tengo tres en Telegram. Sí, esa app de la que hace nada supimos que vende nuestros datos a Elon Musk. App que prefiero usar porque WhatsApp pertenece a Mark Zuckerberg, otro traficante de datos. Supongo que ahora ya da igual todo.
Los títulos de mis chats son Escritura, Trabajo y Mensajes guardados (este es un batiburrillo de enlaces y textos como compra cebollas, te di los mejores años de mi vida y así me lo pagas y llamar mamá esta tarde). Los temas para esta newsletter suelen ir en el primero, pero a veces se me cruzan y van a ese último chat. Hace unos días, haciendo limpieza de Mensajes guardados, descubrí un mensaje que había olvidado, de esos que se mandan en la madrugada, cuando la duermevela no te permite razonar, pero sí tener conatos de ideas interesantes, en el que pone razono menos.
Ahora que esta carta llega cuando me da la gana, ahora que no estoy obligado a escribirla, me he dado cuenta de que, como dice el mensaje, razono menos. No solo es eso. Creo que es una muestra de que estoy más o menos bien. No es que esta cabeza esté vacía completamente, es que tengo esa especie de positivismo, que roza el delirio, que me hace creer que nada irá tan mal.
Hablaba de esto hace poco con mi compañero de piso (hola, Jota). Que no es que esté resignado, es que he estado muy malito. Porque estar deprimido es una cosa terrible, y mirar atrás, coger distancia y contemplar quién eras, qué eras, cuando has estado en lo más profundo del pozo, te da una perspectiva innovadora, casi la de una ave de presa.
Si fuese de verdad ese halcón hipotético , miraría a mi yo del pasado y lo dejaría en paz. Probablemente, incluso, desviaría la mirada y me centraría en otra presa menos fácil. ¡Qué vergüenza estar deprimido! ¡Que tontería echarte a llorar porque no pudiste abrir un bote de mermelada! And yet…
Al parecer, en el lento camino de la recuperación, se me han caído los pensamientos catastrofistas al suelo y no me he molestado en recogerlos.
¿Qué pasa si nadie me vuelve a querer? Probablemente nada. ¿Qué pasa si de repente todos mis amigos se ponen de acuerdo para dejarme? Pues que sobreviviré, supongo. ¿Y si a nadie le vuelve a gustar algo que escriba? Sus motivos tendrán, sobramos escritores, además. ¿Y si todos mis miedos son verdad y resulta que no valgo para ningún trabajo y no conseguiré dinero nunca más y blablablá…?
Hay un punto en el que nada parece para tanto. Quizás, me he dado cuenta ahora, no es que razone menos. Quizás es justo lo contrario, es que sobrepienso menos. Quizás lo más racional a veces es dejar de pensar.
⭐ El año pasado fui a visitar a mi amiga Edu Norte a Londres. Entre las paradas obligatorias, como el Natural History Museum y el British, tuvimos tiempo para asomarnos al Tate Modern. No estaba muy convencido al principio, pero yo me fío de la Edu hasta la muerte, aunque a veces seamos la definición de esa frase terrible de un ciego guiando a otro ciego. El caso que tuvimos la oportunidad de ver una exposición de la fotógrafa Zanele Muholi, oportunidad que no tomamos porque había que pagar y después de dos días soltando dinero como locas, porque Londres es una ciudad muy cara, no teníamos el bolsillo para esos trotes.
A pesar de todo, me compré una postal de uno de sus retratos porque ya estaba familiarizado (y bastante fascinado) con su trabajo. Zanele se ha dado a sí misma la misión de «reescribir una historia visual de la Sudáfrica negra queer y trans para que el mundo conozca nuestra resistencia y existencia en un momento en el que los crímenes de odio se han disparado dentro y fuera de Sudáfrica»1. Todavía hoy, casi un año después, me detengo a mirar esa fotografía, cautivado por su descarado contraste, por la falta de disculpa con la que Muholi retrata los cuerpos no blancos.
⭐ En España, el trabajo de la sudafricana adorna la cubierta de Sin concesiones. Preceptos negros, queer y feministas para movimientos radicales, de Charlene A. Carruthers, editado por consonni. Casualmente, esta editorial ha publicado también una de mis obras favoritas de las que he leído este año, la primera a la que le he puesto cinco estrellas y la segunda recomendación de este boletín: Agua dulce, de Akwaeke Emezi (traducida por Arrate Hidalgo).
Agua dulce es el brillante debut de este autore nigeriane. Explora la mente y vivencias de su protagonista, Ada, una persona en cuya cabeza conviven dioses, espíritus y seres que no son ella, pero lo son, porque cómo no lo van a ser si llevan con ella toda su vida, si toman decisiones y a veces, incluso, tienen más entidad que la propia Ada.
“The poetic account of Ada’s gender transition, through the voices of spirits, offers a new vision of transgender spirituality through an African lens”
Nigeria’s queer literature offers a new way of looking at blackness, Aretha Phiri & Rocío Cobo-Piñero para The Conversation.
Es una obra de ritmo irregular, de protagonista “difícil”, que suele decirse. ¿A quién le va a gustar una obra en la que no puedes empatizar con el personaje principal porque tú no habrías actuado así? A mí. ¿Quién va a escribir una historia tan poco comercial, a estar tan majara como para alejarse de todo lo que es popular? Akwaeke Emezi.
Cuando leí Agua dulce tuve la suerte de reconocer ideas que yo mismo trataba en mi segunda novela, y no hablo solo de la transición de le autore. Hablo de reconocer a alguien que quería contar una historia antes que venderla, que tenía una idea que transmitir. No voy a ser tan estúpido como para compararme con un best seller internacional, pero en ambas historias veo una de las ideas que más me mueven últimamente: la empatía forzada.
Este concepto, que estoy seguro de haber sacado de algún lado y haberlo olvidado después, en mi cabeza se traduca más o menos como Este no es el protagonista perfecto, pero es el que tienes. Con esta historia vas a conocer a otra persona. Disfruta de ello. Disfruta de no saber qué se viene, de enfadarte, de opinar distinto. Acepta que no puedes cambiarlo. Que hay obras de ficción que no son cómodas y es bueno que las haya. No pasa mucho últimamente.
Esa segunda novela de la que te hablaba, lectora, ya tiene título y cubiertas públicas. Incluso prologuista. No puedo expresar lo contento que estoy con el conjunto de la obra. Podrás leer Cuerpos celestiales a partir de junio, en la Editorial Cerbero. Pero ya habrá tiempo para hablar más de ella dentro de poco. Gracias por llegar hasta aquí. Te dejo con la cubierta.
Espero que te atrevas a volar conmigo.

Gracias como siempre, Manu, por alegrarme la mañana y ayudarme a navegar mi propia marea de pensamientos y emociones. Deseando leerte de nuevo aquí o en tu nueva novela ❤️