Los pendientes
En el que atacamos la lista de pendientes y te cuento que he vuelto a llorar un poquito.
⭐ Querida lectora, hoy te hablo de perderse cosas.
Hace unas semanas te hablaba del FOMO relacional. Si te perdiste esa carta, no pasa nada. Perderse cosas puede estar bien. Hablemos de eso.
Me he tomado un descanso. Ha sido un descanso a medias, en realidad (¿acaso existen los retiros totales hoy en día?1). Estuve de vacaciones en la misma ciudad en la que vivo, volví a Alicante a ver a amigos y familia, aproveché para escribir ficción (y aun así, ese relato que me persigue y que ni siquiera es tan bueno sigue inacabado). También vi muchas películas, algo que no suelo hacer y que he disfrutado como un enano. Taché muchos pendientes, por así decirlo.
La mayoría de las películas que vi están en la lista de candidatas a los premios Oscar, por algún motivo u otro. Empecé por ellas porque ¿a quién no le gusta estar al día? Pero, entre esas, hice hueco para una que llevaba años queriendo ver: Roma, de Alfonso Cuarón (2018). Es toda una experiencia, es cine en el sentido más cinemático de la palabra. La disfrutaréis más si podéis verla en una pantalla grande, bien grande. Pero no vengo a hablaros de ella, por mucho que me apetezca, no.
Cuarón dice de este film que lleva pensando en su realización desde que terminó su primer largometraje, allá por 1991 (un año precioso, por cierto). Pero no se dedicó a él en aquel momento. Tenía otros trabajos, y Roma era demasiado importante como para precipitarse, necesitaba la madurez artística y la financiación de una carrera más vivida, de unas manos más expertas. Lo pospuso, no era el momento. Y no pasó nada.
Durante este falso retiro, además de ver películas, aproveché para visitar un parque de mi barrio, un paseo que también llevaba meses posponiendo. Desde él puedes ver gran parte de Madrid e identificar con claridad algunos de sus hitos más famosos. Había tenido la oportunidad más que evidente de ir antes, pero lo había dejado pasar, porque, ¿quién sabe?, supongo que no había encontrado el momento adecuado. Era una de esas cosas que se quedan en la lista de pendientes, un yaloharé.
Estaba nublado, pero empezaba a clarear. No era uno de esos días en los que la humedad, mezclada con la polución, apenas dejan de ver el horizonte. Subí al punto más alto. Mandé unos cuantos audios y un vídeo. Luego me senté, un poco abrumado por la enormidad de la capital. Me pregunté muchas veces qué estaba haciendo ahí, no en la cima del parque, sino en Madrid. Si había tomado la decisión correcta al dar la espalda a tantas cosas, si estaba aprovechando la ciudad al máximo, si no debería estar en otro lugar aquella misma tarde.
Esta ciudad es enorme, inabarcable, siempre están pasando cosas y siempre estás perdiéndote algo. Elegir ir a un evento significa que no has estado en otros tres, significa pensar que a lo mejor te lo habrías pasado mejor en esos, que puede que en ellos hubiese surgido esa gran oportunidad, conocido a esa persona que estabas destinada a encontrarte o dado con la obra de arte que habría cambiado el rumbo de tu vida.
Es abrumador. Todo lo que tenía a los pies ese día lo era. Lloré un poquito. No saqué nada en claro porque esa lección, la respuesta a esas preguntas, solo me la dará el tiempo. Pero me quedé satisfecho por la visita. El parque no se había ido a ninguna parte en aquellos meses en los que me había resistido a pasear por allí. Igual que Roma había resultado igual de maravillosa vista en 2024 que en 2018.
Las sensaciones de no llegar a todo en un mundo con una oferta cultural tan vasta son inevitables, especialmente si tienes redes sociales. Quieres apoyar a todos tus amigos, todos están haciendo algo artístico y tienes que comprometerte con absolutamente todos y leer, ver, escuchar todas sus obras. Pero no solo eso, todo el mundo tiene recomendaciones que darte, todo el mundo hace listas con lo mejor del año y, ¡sorpresa!, hay obras que no conocías, tendrás que añadirlas a tu lista de pendientes. Cada vez se acumulan más cosas. Ya no lees por leer, lees porque quieres que la pila baje. Te preguntas cómo era todo antes, si siempre ha habido tanto ruido. Te preguntas si estar al día es un objetivo factible o una utopía.
Lectora, estar al día es un imposible. Siento ser yo el que te lo diga, pero ya no se puede. Si has llegado hasta aquí, quiero que sepas que esta carta habría tenido el mismo efecto en ti ahora que dentro de unos meses, igual que Roma, igual que aquel paseo. Que no pasa nada por esperar, que a veces el momento adecuado no es ahora, sino cuando estés listo o, simplemente, más tarde. Y que lo que no has vivido no te lo has perdido. Y, si así fuese, probablemente no pasaría nada.
De alguna manera, me parece que este aspecto, cerca del derrotismo cultural, es mucho más fácil de sobrellevar que pensar que puedes llegar a todo.
Y, ahora, las otras estrellas.
⭐ Si me conoces en persona puede que hayas notado que últimamente se me va la vista al cielo más incluso que de costumbre. Estoy en mi fase pájaros, lo siento. A pesar de ser biólogo, identificar aves es algo que siempre me ha costado. La falta de espacios naturales cercanos durante gran parte de mi vida tampoco ha ayudado mucho. Pero algo hizo click en mi cabeza hace poco. Puede que sea un interés pasajero o puede que siempre hubiese estado ahí, pero el caso es que, desde que sé distinguir a un carbonero garrapinos (Periparus ater) de uno común (Parus major), disfruto mucho más de mis paseos.
Sobre las aves, Debbie Blue, una escritora y2 de Minnesota, escribe:
Enamorarse e identificar aves tienen efectos similares. La vida cotidiana se ve alterada, cada experiencia, elevada; lo que era mundano comienza a explotar con significado. Crees que las aves son solo aves, revoloteos indiferencias, luego encuentras una ampliada en tus lentes. Reconoces sus patrones, líneas y color únicos. Tu corazón se acelera. Es una reineta cerúlea. Es tu nuevo compañero. Creo que ambas cosas tienen el mismo poder de cambiarte la vida.3
Consider the Birds: A Provocative Guide to Birds of the Bible (Debbie Blue, 2013)
No te recomiendo que leas este libro porque yo no lo he leído y en realidad creo que es más un escrito sobre su relación con la Biblia que otra cosa.
⭐ Sobre aves me es mucho más sencillo recomendarte Alba: una aventura mediterránea, un simpático juego de origen español protagonizado por una niña de vacaciones en Secarral, una isla ficticia del Mediterráneo (pero muy inspirada por Valencia y los humedales de su alrededor, como la Albufera).
En él, Alba tiene que impedir que el alcalde del pueblo permita la construcción de un hotel en una zona natural que ha sufrido un incendio. Para ello, identificarás aves y otros animales mediante el teléfono de Alba. El objetivo: salvar a las especies de la isla, impedir el avance del turismo de masas y ver un lince ibérico.
El juego es muy simpático, perfecto para desconectar aprendiendo y, además, tiene una banda sonora maravillosa (Cançó de Bressol ya está en la playlist). Es una manera muy casera de aproximarse a los animales que más cerca tenemos.
⭐ Si quieres leer sobre aves, me es mucho más sencillo recomendarte The Thing with Feathers: The Surprising Lives of Birds and What They Reveal About Being Human, una aproximación a las similitudes entre aves y humanos escrita por Noah Strycker, un ornitólogo que, poco después de publicar The Thing with Feathers…, fue noticia por establecer una nueva marca para el record de más especies de aves vistas en un año, con 6.0424 especies a lo largo de 41 países.
No es sencillo de encontrar en castellano, pero si lees en inglés, es un ensayo mucho más entretenido de lo que el título puede sugerir.
Antes de irme te cuento que yo he tachado un par de especies que tenía pendientes (oh, no, la palabra ha vuelto) de ver: el mito común (Aegithalos caudatus) y el gorrión molinero (Passer montanus). Llevaba tiempo queriendo verlas, pero, como Roma, tuve que esperar al momento adecuado.
Eso es todo por esta semana, lectora. Nos leemos. O no. No pasa nada si nos quedamos en pendientes.
Si eres un filántropo y quieres mandarme de retiro artístico a algún lugar inhóspito de este mundo, estoy disponible.
De las religiosas, no de las de ovejas
Falling in love and identifying birds have similar effects. Normal life is altered; every experience heightened; what was mundane begins to explode with meaning. You think birds are just birds—undifferentiated fluttering, then you find one magnified in your lens. You recognize its unique markings, lines and color. Your heart pounds. It is a cerulean warbler. It is your new mate. I believe both things have equal power to change your life.
Gracias a mi amiga Ana Company por la ayuda con la traducción, seguidla y contratadla si necesitáis a una traductora.
El récord actual lo tiene Arjan Dwarshuis, que en 2016 vio más de 7.200 especies, de las más de 10.700 reconocidas por la ciencia.
Como siempre, dando en el clavo. Me siento muy reflejado en el tema de los pendientes, Manu. Intentaré mirarlo con más filosofía también. ¡Un abrazo!